Lenguaje y representacion ¿Una nueva cultura para las mujeres?
No quiero ir sembrando lágrimas por el
camino de la vida.
Ni atravesar desiertos de carne caída de
mujeres.
Quiero levantar la mano para elegir mi
libertad, no más dolor
ni violencia ni mutilaciones femeninas…
Quiero caminar por jardines con pétalos
de estrellas
sin utopías ni promesas postmodernas…
Quiero construir mi espacio con torres de
marfil
darle a mi nombre un sonoro nombre
al fin y al cabo me lo encuentro en todas
partes
en la mar, en el
cielo y aun en los regalos…
Quiero brindarme un triunfo a mi lucha
sin vencer
darle un momento de sosiego a mi mundo
dislocado
o al menos… un sentido a mis palabras.
Dora
Ma. de la Torre Lozano
El lenguaje
es el medio más importante que tenemos para comunicarnos. Gracias a él podemos
nombrar las cosas, podemos construir el mundo y a veces desconstruirlo. También
elaboramos conceptos y teorías, sin embargo, no siempre resulta fácil, sobre
todo cuando no hay consenso para hacerlo. Mi propósito en este trabajo es
señalar cómo ciertos conceptos influyen en nuestra manera de ver el mundo y de
comportarnos. Uno de ellos es el de cultura, entendido como formas de vida
estructuradas por el poder y la representación.
Muchas mujeres se han visto envueltas en
una lucha por su emancipación, por darse un lugar con igualdades y derechos en
relación a los hombres. Pero tal subordinación se ha dado por cuestiones culturales
y sociales. ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo nos hemos visto relegadas a un espacio más privado
mientras que los hombres ocupan un espacio público?
Michelle Zimbalist Rosaldo explica que tal
oposición aporta un modelo universal para conceptualizar las actividades de los
sexos.
Así las mujeres cuidan a los niños, limpian la casa, van de compras y su mayor
felicidad la encuentran en ver a sus hijos realizados y si son hombres mucho
mejor, pues llevarán una vida reconocida y de prestigio: pública.
Tal parece que es su destino porque así lo
dicta la sociedad y la cultura que representan a las mujeres como seres
diferentes, incapaces de llevar una carrera pública. La autora señala que “los
hombres crean y controlan un orden social en el que compiten como individuos
(…) en la mayoría de las sociedades encontramos relativamente pocas formas para
expresar las diferencias entre las mujeres”.
En
su opinión, se las piensa sólo como hermanas, esposas y madres pues cumplen un
rol social y una definición por su edad o parentesco con los hombres. No sucede
así con ellos pues tienen la posibilidad de conseguir una posición por su
esfuerzo. Además las mujeres “deben
trabajar en un sistema social que esconde sus metas e intereses”
por tal motivo parecen pensar y actuar de forma diferente. Y cuando desafían
los ideales del orden masculino donde se deposita el poder, “pueden ser
excluidas de la autoridad y, sin embargo, ejercen todo tipo de poder informal”.
Entonces ¿Qué alternativas hay para las
mujeres? la autora contesta: “introducirse en el mundo de los hombres o crear
su propio mundo público. Pero quizás las sociedades más igualitarias son
aquéllas en las que las esferas públicas y domésticas se diferencian poco, en
las que el sexo tampoco reivindica mucha autoridad, y en las que el centro de
la vida social es la propia casa”.
Otra forma para conseguir reconocimiento y poder para las mujeres es la
afirmación de su sexualidad pero también lo puede su negación. No todas las
sociedades se comportan de la misma forma, cierto, pero mientras el espacio
doméstico siga siendo “dominio femenino, las sociedades de las mujeres, aunque
tengan poder, nunca serán políticamente equivalentes a las de los hombres; y
como en el pasado, la soberanía puede ser una metáfora para una élite
femenina”. [
De este modo hay nuevos escenarios en el
mundo y ¿las condiciones de las mujeres han cambiado? Arjun Appadurai advierte
que nos enfrentamos a un sistema cultural global, con una nueva economía que
tiene que ser pensada como un “orden complejo, dislocado y repleto de
yuxtaposiciones que ya no puede verse
captado en los términos de los modelos basados en el binomio centro
periferia.”
Señala los llamados paisajes ideológicos
combinados por dispositivos de un enfoque de mundo “ilustrada o iluminista”,
que reside a su vez en una serie de ideas, términos e imágenes que envuelven
los conceptos de “libertad, del
bienestar, de los derechos, de la soberanía, de la representación, lo mismo que
el término de democracia.”
Esto mismo ha conducido, en su punto de vista,
a una disgregación diferencial de
tales palabras, advierte: “las narraciones políticas que gobiernan la
comunicación entre las élites y sus
seguidores en diferentes partes del mundo dieron lugar a problemas de
índole semántica como pragmática”.
Es decir, al traducirse las palabras deben contener el mismo sentido porque los
contextos son diferentes para cada país, nación o cultura. Sucede lo mismo
cuando se integran al discurso político y cumplen exigencias distintas para
cada escenario o contexto.
Para Claudia de Lima Costa, el contexto es
siempre “el resultado de las relaciones de poder, e intervenir en él nos exige
un mapeamiento de esas relaciones a fin de poder desarticularlas y
rearticularlas en un nuevo contexto”. Pero nos enfrentamos al dilema de una cultura
global que cambia rápidamente tanto que las “desuniones pasaron a ser centrales
en la política” de
esa cultura.
Un ejemplo es la desterritorialización, es decir, cuando las
mercancías y las personas “se persiguen unos a otros sin cesar a través del
mundo”.
Y en esos viajes y cambios de topografías surgen nuevas representaciones en
todos los ámbitos, uno de ellos es el
cine que muchas de las veces nos presentan ideas como la “supuesta ligereza y falta de moral
de las mujeres occidentales y extranjeras, al tiempo que presentan una coartada
perfecta para la carrera profesional (…) distorsionan el sentido de lo que
podrían ser las relaciones entre hombres y mujeres”.
Otras veces dan “lugar a nuevas culturas de la masculinidad y de la violencia,
que a su vez son el combustible de la creciente violencia en la política
nacional e internacional.”
Sin embargo, advierte que no se da una
homogeneización de la cultura, su característica principal es “una voluntad
presente de unir identidad y diferencia y con ello asirse de las dos ideas
gemelas de la ilustración: la del triunfo de lo universal y la de la resistencia
y la fuerza de lo particular”.
Se necesita que las políticas de género y violencia dejen de permear las
reproducciones culturales y los medios masivos de comunicación.
Pero ¿Conseguimos algo las mujeres de las
dislocaciones de nuestro mundo globalizado? ¿Salimos del espacio privado al que
fuimos relegadas por cuestiones culturales y sociales? La respuesta no es
sencilla porque aun se nos obliga pertenecer a espacios laborales con el
resguardo de lo familiar, nuestra herencia:
Así, el honor de las mujeres se convierte
no sólo en una armadura de estables (aunque inhumanos) sistemas de reproducción
cultural sino en una nueva arena para la formación de la identidad sexual y de
la política familiar, ámbito donde tanto hombres como mujeres tienen que
enfrentarse a nuevas presiones en el trabajo y a nuevas fantasías de descanso y
recreación.
Asimismo necesitamos
reconceptualizar la cultura en los espacios y topografías del poder donde se
contemple a las mujeres. Akhil Gupta y James Ferguson señalan: “es en la
extrañeza de lo familiar, donde se hace más problemático, tanto política como
conceptualmente (…) cuando el problema de la diferencia cultural es
nosotros-como-otros, otros-como-nosotros, esa línea divisioria”. Es posible que con ese nuevo concepto de
cultura podamos nombrarnos no como los nosotros-otros, sino como merecedoras de ocupar el espacio
público en igualdades y derechos.
Para conseguirlo necesitamos construir
nuevos discursos, nuevas ideas, nuevas teorías, nuevas representaciones a favor
de las mujeres… nuevas palabras. Como bien señala Claudia de Lima Costa: “la
narrativa sigue siendo el modo por antonomasia para expresar conocimiento;
estrategias retóricas y elementos figurativos que intervienen siempre en
nuestro conocimiento del mundo”. Y es por medio del lenguaje que podemos
transformar el conocimiento, la sociedad, la cultura y un mundo diferente para
las mujeres. Y no sólo para ellas, sino para todos los seres discriminados en
este mundo desarticulado por las llamadas “diferencias” culturales, económicas,
sociales, políticas, raza, clase, edad, condición migratoria, entre otras
tantas ¿Será posible?
Bibliografía:
Appadurai, Arjun, “Dislocación y diferencis en la economía cultursl
global”, en Arjun, Appadurai, La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires, (1990) 201, FCE, Cap. 2, pp.
41-61.
De Lima
Costa, Claudia, “Los estudios feministas y los culturales: la crítica feminista
en diferentes topografías”, en Argumentos,
N. 34, dic. 1999, pp. 67-82.
Zimbalist
Rosaldo, Michelle, “Mujer, cultura y sociedad: una visión teórica”, en: Harris,
Olivia y Kate Young (compiladoras). Antropología
y feminismo. Editorial Anagrama,
Barcelona, 1979, pp. 153-181.